viernes, 6 de agosto de 2010

Los animales también pueden ser optimistas o pesimistas

Un equipo de investigadores de la Universidad británica de Bristol ha estudiado las emociones de los animales. Y ha llegado a la conclusión de que éstas influyen en el modo en que perciben en el mundo y en sus decisiones.



Según publican Mike Mendl y su equipo en la revista Proceedings of the Royal Society B, un animal que vive en un mundo habitualmente amenazado por depredadores desarrolla emociones negativas como la ansiedad, mientras que en un entorno lleno de oportunidades y recursos para sobrevivir se encuentra en un estado emocional positivo. En el primer caso, los animales responden de modo pesimista a acontecimientos ambiguos, por ejemplo interpretando un movimiento en la hierba como la presencia de un depredador. Sin embargo, los animales con estados emocionales positivos tendrían un punto de vista optimista de la realidad, y en la misma situación interpretarían que lo que se esconde tras la hierba es una suculenta presa asustada.

"Puesto que podemos medir objetivamente las opciones entre las que puede escoger un animal, podemos usar la toma de decisiones 'optimista' o 'pesimista' como un indicador de sus emociones", explica Mendl. De este modo, añade, podremos entender mejor a los animales y contribuir en la medida de lo posible a su bienestar.

jueves, 5 de agosto de 2010

El Calentamiento Global

Nuevas evidencias muestran que el clima ártico puede ser más sensible al efecto invernadero de lo que se creía, y que los niveles actuales del dióxido de carbono atmosférico pueden ser ya lo bastante altos como para acarrear cambios significativos e irreversibles en los ecosistemas árticos.



Un nuevo estudio internacional, dirigido desde la Universidad de Colorado en Boulder, indica que si bien la temperatura media anual en la Isla de Ellesmere, ubicada en el Ártico, era hace entre 2,6 y 5,3 millones de años (durante el Plioceno) bastante más elevada que la de hoy en día, los niveles de CO2 sólo eran ligeramente más altos que los actuales. La inmensa mayoría de los climatólogos está de acuerdo en que la Tierra se está calentando debido al aumento de las concentraciones de gases atmosféricos de efecto invernadero, generados principalmente por las actividades humanas que demandan quemar combustibles fósiles y deforestar bosques.





Los autores del estudio usaron tres métodos independientes para estimar las temperaturas del Plioceno en la Isla de Ellesmere en el Ártico canadiense. Emplearon mediciones de los isótopos de oxígeno presentes en la celulosa de árboles y musgos fósiles que revelan las temperaturas y los niveles de precipitación, un análisis de la distribución de lípidos en bacterias del suelo que se correlacionan con la temperatura, y un inventario de grupos de plantas del Plioceno que se superponen en áreas de distribución geográfica con la vegetación contemporánea.


Los resultados indican que son suficientes niveles de CO2 de aproximadamente 400 partes por millón para producir temperaturas medias anuales de 0 grados Celsius en ciertas zonas del Ártico. A medida que las temperaturas se acercan a los 0 grados Celsius, resulta cada vez más difícil que se mantengan de forma permanente el hielo de los glaciares y el marino en esta región del planeta. El nivel actual de CO2 en la atmósfera ya es de unas 390 partes por millón, muy cerca de ese umbral de las 400.




Las temperaturas árticas han aumentado aproximadamente en 1 grado centígrado en las últimas dos décadas en respuesta al calentamiento antropogénico, una tendencia que se teme que continúe en las próximas décadas y siglos. Los gases de efecto invernadero en la atmósfera han subido desde aproximadamente 280 partes por millón durante la era preindustrial hasta aproximadamente 390 partes por millón hoy en día.



En la investigación han trabajado, entre otros, Ashley Ballantyne de la Universidad de Colorado en Boulder, David Greenwood de la Universidad Brandon en Manitoba, Canadá, Jaap Sinninghe Damste del Instituto Real de los Países Bajos para la Investigación Marina, Adam Csank de la Universidad de Arizona, Natalia Rybczynski del Museo Canadiense de la Naturaleza en Ottawa, y Jaelyn Eberle del Museo de Historia Natural de la Universidad de Colorado.